sábado, 19 de abril de 2008

La costumbre del miedo



Estar así inertes, abrazándonos, como esperando el final de una batalla, refugiados en nuestras penas, ocultos, protegiéndonos el uno al otro. Esperando el silencio; para luego abandonarnos y crear una imagen a la cual recurriremos tantas veces. Mi corazón espía se disfraza de asesino; decide amordazar el sentimiento, torturarlo y ejecutarlo. He aquí tu victima, he aquí quien te llora. Secuestra su mente, toma por asalto su inocencia, atenta su cuerpo, asfixia su alma y vuelve a tus pasos, a tu lento andar, a tus sonidos, a tus escritos, a ser el lamento distante.

- me extrañaras? – preguntaste desnuda y oscura, mirando el techo de mi habitación
- hace tanto q te extraño – murmure

Decidió tomarse una ducha, lavar todas mis caricias; olvidar todas mis promesas, entregarse a esa especie de terapia. Se dispuso a vestirse y lo hizo lentamente, mientras yo contemplaba su belleza ya lejana; se abrocho el último botón del pantalón q llevaba; me miro como si mirase a un hombre condenado, con esa compasión con la q uno mira a un anciano asesino al borde de la muerte.

- iras a despedirme – dijo mientras se sentaba a mi costado
- no creo q pueda – mentí, como lo había hecho tantas veces
- entonces, ya no te volveré a ver
- claro q nos volveremos a ver, volverás no? – pregunte cansado
- Si, si … volveré – y sus parpados ocultaron la pena

Toma lo mezquino de este sentimiento y no pidas nada a cambio, no le pidas crecer a este corazón enano, a esta alma tibia. Aquí estare siempre, con mis vicios, con mis manías. Extrañare tus cabellos bañados por la luna, tomare sueños prestados para escribir mis ficciones mas crueles; enfrentare al mundo con mi guitarra, declarando una guerra perdida de antemano. Y la impronta de tu tristeza estará tatuada en mis oídos.

- me voy a casar - me dijiste. Sonó a la confesión de un criminal
- lo se – replique, en un intento por no soportar el silencio
- no sabes lo sano q es sentirse amada – tomaste una larga pitada de tu cigarrillo y la bocanada nublo tu rostro
- si lo se – respondí
- te quise tanto, se q lo sabes – la bocanada desapareció. Una lagrima desentonaba tu extraña sonrisa
- Fue tu decisión, yo te espere siempre – reproche
- Dime q no me case y me quedare aquí contigo – temblabas como un hoja de otoño decidida a derrotar al huracan
- Ya es algo tarde – concluí

Te levantas y tendrías que darte cuenta de todo el tiempo que has perdido, sientes algo de tristeza pero te alegra saborear la soledad por las mañanas. Una ducha caliente, un poco de café y reparas en la enfermedad del alma, en lo ligero del tiempo, en lo pesado de las palabras. Entonces abres la puerta y cierras tu mente. Todo ese mundo se proclama ante ti .Y tu único sentimiento es el miedo. No es una debilidad. No es una realidad.
Peor aun… es una costumbre.



Desgarrador tema de los tacubos

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