domingo, 20 de septiembre de 2009

6:00 am


Me gusta ver como la ciudad va desapareciendo, como esos anuncios de publicidad yacen inútiles cual cadáveres frente a una puta. Imagino a todas esas almas desdichadas soñando sueños ajenos, en pequeños departamentos, con la borrachera de sentimientos, con aquella resaca de culpa.
Me gusta ver como la ciudad cambia de colores a estas horas del día, como se va deconstruyendo desde aquellos edificios infranqueables y erguidos en el corazón de la ciudad hasta empezar a mutar en suburbios y pequeñas casas, de donde parten los obreros camino hacia las fabricas, esas fabricas que alimentan a este Santiago enfermo y no lo dejan morir. Esas fábricas que se tragan la vida de hombres y mujeres, que se tragan nuestros días.

Me gusta ver las calles desiertas, desnudas, la soledad de aquel conductor que levanta la mirada después de sintonizar una melodía triste, que la pierde en las inmensas y vacías avenidas, que acelera como si corriera de las penas, de esa tristeza que acompaña sus despertares, que se aleja, intentando escapar de ellas.
“Se un héroe, no detener el paso, morir por el corazón, no por el hombre.”

Me gusta emborracharme con ella en la cama, mientras nos reímos de viejos recuerdos, y sin darnos cuenta vamos creando nuevos. Me gusta q discutamos por como cocinar el plato más simple y q nos odiemos un poco por ello. Me gusta q después de una pelea fume un cigarro y aun tenga la consideración de hacerlo en la terraza. Me gusta se equivoque al contar dinero, q no recuerde el nombre de las películas, aun cuando nunca se va sin ver los créditos enteros. Me gusta q soporte mis torpes bromas, me golpee suavemente por ello y sonría al hacerlo. Me gusta q dibuje cuadros para pegarlos en mi cabecera y q me deje un nota en la q se lea “te amo mucho” encima de mi almohada y que yo no me de cuenta de ello hasta después de dejarla en el aeropuerto.
Me gusta ver a las parejas del aeropuerto reencontrarse, mirarse dubitativos por un instante, como si intentaran reconocer el amor en los ojos del otro; para después sucumbir al sentimiento y entregarse a un recuerdo perpetuo. La tristeza del q suelta la mano de su acompañante para dejarla ir, de los q arriesgan por una recompensa aun más grande que tenerla… a ella… a mi lado…hoy.

Me gusta oírla decir q regresara muy pronto y me gusta creerle.

“La cotidianidad hizo su trabajo, la constancia es la q me levantara por las mañanas”

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